El cuarto no tenía ventanas; un pequeño tragaluz enrejado cerca del techo era la única entrada de aire cuando la puerta se cerraba. Todo estaba pintado de blanco, excepto la mesa y las sillas, que eran de hierro pintado en gris. Solange estaba sentada allí. A su lado se encontraba la Dra. Rocamora, su abogada, y dos policías que la interrogaban estaban de frente. Mantenía los pies sobre la silla y abrazaba sus piernas. Por momentos miraba a los policías, aunque la mayor parte del tiempo hundía el rostro entre sus rodillas. Su cabello parecía haber sido cortado a tijeretazos, y el azul, el castaño y el amarillo se mezclaban entre sí. Solange, entiendo que es difícil, pero necesitamos que nos cuentes tu versión de los hechos —dijo el policía más viejo, que lucía un armazón de anteojos negros con cristales gruesos, lo que le daba un aspecto cómico. —Recién hablé con Felipe, y él cooperó contando toda la historia —dijo el otro policía, más joven, de piel cetrina y...