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Quiebre de la realidad (terror - suspenso)

Existen secretos que sería mejor mantenerlos en silencio (717 palabras).

 


—¡Maldita prostituta! —exclama Raven, enfurecido, mientras arrastra el cadáver de la muchacha detrás del bar. La Luna, su silenciosa cómplice, ilumina con un suave reflejo el sendero hacia el pozo.


Había fundado el bar diez años atrás, junto con su familia, en medio de la solitaria ruta sur, entre interminables campos de cultivo. Era un lugar pequeño y rústico donde se reunían, luego de su jornada, camioneros, viajantes y algunos agricultores de la zona.


El cuerpo estaba tieso, y con la cabeza partida. Raven la había golpeado esa misma mañana y la había escondido en el estacionamiento, bajo una lona. La abundante sangre había empapado toda su espalda, formando una costra seca llena de tierra y hormigas.


Al caer en el pozo, se escucha el chapuzón en el lodo. —Ahora solo falta tirar un poco de tierra para cubrirla — dice Raven, satisfecho, mientras da la vuelta para buscar una pala.



Esta mañana, el bar estaba más solitario que de costumbre, hasta que ingresó ella. Raven notó de inmediato el movimiento de sus caderas dentro de los ajustadísimos jeans y cómo el viento arremolinaba su cabello acariciando su rostro angelical.


—¡Buenos días! —dijo tartamudeando el dueño del bar. La atractiva visita lo puso nervioso, pero más le preocupaba que se diera cuenta su esposa Eleanor. Ella no estaba presente allí, pero escuchaba todo desde el cuarto trasero.


Él hizo una pausa para tomar aire y concentrarse en lo que iba a decir, sin embargo, no pudo evitar que su lengua se trabara. —¿En qué puedo ayudarla?


Ella sonrió y bajó la mirada mientras recogía un mechón de cabello detrás de su oreja. Reconoció que había provocado algo en el solitario hombre detrás de la barra. —Hola, mi motocicleta dejó de funcionar. ¿Me pregunto si usted podría ayudarme? He revisado y tiene gasolina.


—Sí, por supuesto —respondió Raven casi suspirando para controlar la pronunciación.


—Gracias —dijo ella. Le sonrió y de sus ojos brotó un brillo especial. En ese preciso momento, la radio del bar sintonizó una melodía romántica. Dio media vuelta y se retiró hacia la motocicleta que estaba estacionada a unos metros de la puerta. Raven quedó como un tonto con la boca abierta mirando cómo su trasero se alejaba. Pasaron dos segundos y volvió a parpadear y a cerrar la boca.


—¡Raven! Deshazte de esa vulgar. ¿No te das cuenta de que quiere que vuelvas a cometer el mismo error? —dijo Eleanor ofuscada, mientras estaba sentada junto a Caroline, la pequeña hija de ambos, con quien estaban jugando un juego de mesa.



Hinca la pala en el suelo, alza un buen montón de tierra y lo lanza al pozo. Repite la acción un par de veces hasta cubrir por completo el cuerpo. Antes del alba se ocupará de enterrar la motocicleta en el otro extremo del terreno. Debe revisar dónde quedaron las marcas que señalan los anteriores entierros y buscar una zona libre. Agradece su suerte que desde que está allí, solo haya tenido que ocultar a cinco mujeres; de haber sido más, tendría que pensar en cavar un nuevo pozo.


Se da cuenta de que es hora de la cena. Abandona su tarea y se marcha para ingresar por detrás del bar, que es donde construyó su hogar. Al ingresar, Eleanor y Caroline se encuentran aún jugando. Al pasar junto a su esposa, le da un beso en la mejilla. —Espero que hayas hecho bien el trabajo. O por tu culpa, irás a la cárcel y nos dejarás solas.


Con la cabeza gacha, acaricia la cabellera de su hija y responde: —Eso sucedió hace mucho tiempo. ¿Cuándo me perdonarás? —Raven da media vuelta y comienza a preparar la cena.


La cocina se encuentra en desorden y el polvo se acumula sobre todos los objetos. En una repisa, un periódico envejece volviéndose amarillo un poco más cada año. Uno de sus artículos cuenta la historia de la muerte de una mujer llamada Eleanor y su hija Caroline en un accidente automovilístico, cuando abandonaba a su esposo por una infidelidad.


—¡La cena ya está lista! —dice Raven con una alegre sonrisa. Retira el juego de mesa y coloca la vajilla. Se sirve y empieza a ingerir algo de verdura y un trozo de carne. Los platos de los maniquíes de Eleanor y Caroline están vacíos.



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