Las maderas crepitaban y chispeaban, lanzaban destellos que se elevaban hacia el cielo nocturno. Tres viajeros compartían el calor de la fogata y sus historias. Aunque no se conocían, la fría noche de otoño de 1909 en la zona rural de Reims, Francia, los unió en torno a una botella de vino. El señor Dumont, el mayor del grupo, regresaba a París. Lo esperaba su familia tras un agitado viaje en el que había tomado pedidos de estufas de kerosene para un fabricante parisino. Al contar una broma y reír a carcajadas, dejó al descubierto la razón de su gran bigote: le faltaban los dientes delanteros. Gérard, un hombre de unos treinta años, fornido y curtido por el trabajo en el campo, también se reía a carcajadas. Proveniente del pueblo de Joinville, se dirigía a Reims con la esperanza de encontrar mejores oportunidades en la construcción. De hecho, ya tenía el contacto de un arquitecto. Si lograba conseguir trabajo, escribiría a su esposa para que se uniera a él con su hijo recién naci...
Escritor de ciencia ficción, terror y fantasía.