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Invasión - Primer contacto (Sci-fi)

Reseña: En la estación espacial Explorer se desarrolla el primer contacto con una civilización extraterrestre. Pero nada es lo que parece.

Tiempo de lectura: 20 min.


CAPÍTULO I
La cruel realidad


Solo su traje espacial separaba a Rosemary de los tentáculos de la criatura, que la aprisionaban contra el suelo. Con una fuerza inquietante, los tentáculos acariciaban su traje como si intentaran envolverla, depositando una sustancia muy espesa y aceitosa en su superficie.

Rosemary desconocía si la criatura era capaz de rasgar o perforar su traje, o si poseía la fuerza suficiente para comprimir su cuerpo como una pasa de uva.

Sin embargo, después de unos segundos paralizada por el terror, Rosemary comenzó a razonar. Llevaba diez horas encerrada allí y no sabía nada del resto de la tripulación. Posiblemente, esas criaturas habían tomado la estación. La única posibilidad de liberarse dependía de lo que ella pudiera hacer.

Mientras tanto, al otro lado de la estación espacial "Explorer", que orbitaba alrededor de Saturno, toda la tripulación se convulsionaba en el suelo.

Habían ingerido una larva que había crecido y comenzado a hacer estragos en sus órganos internos. Los astronautas solo boqueaban sin emitir sonido, como peces atrapados en la orilla, jadeando en busca de un último aliento. Las larvas les habían devorado parte de los pulmones, impidiéndoles siquiera gemir ante el agudo dolor.



CAPÍTULO II

Primer contacto


Hace tan solo unos días, Rosemary experimentaba con un nuevo prototipo de lanzadera salvavidas: un arpón sujeto al brazo de su traje espacial. En caso de soltarse de los amarres durante una caminata espacial, ningún astronauta quedaría a la deriva; al disparar la lanzadera hacia el fuselaje de la estación, podrían volver a sujetarse y evitar una muerte solitaria en el infinito espacio.

Fue entonces cuando, de manera inesperada, la tripulación recibió la orden de reunirse en la sala de mando, solo para descubrir que no estaban solos.

Cinco visitantes imprevistos se materializaron frente al Capitán E. Rogge, utilizando una tecnología avanzada que les permitió trasladarse desde el interior de su nave estelar hasta el corazón mismo del "Explorer".

Por medio Decían tener fines pacíficos y querían colaborar con otras civilizaciones. Desde su llegada a la estación, las comunicaciones con la Tierra y las demás estaciones se interrumpieron, excusándose con que su nave estelar era la supuesta causa de la interferencia. Esto provocó que E. Rogge y su equipo de mando desconfiaran de sus verdaderos propósitos.

Los visitantes, provenientes de Astro Baldíos, una estrella situada a ochenta años luz de la Tierra, compartían una apariencia inicialmente similar a la humana. Sus cuerpos estaban ocultos bajo trajes con extremidades semejantes a las humanas, brazos y piernas. Aunque su piel permanecía invisible, unos pocos centímetros cuadrados de sus rostros se dejaban entrever por los cristales de sus cascos.

Sus voces sonaban artificiales, pues se comunicaban por medio de un sistema intérprete. En una oportunidad les permitieron oír sus voces reales. Sonaba a un silbido carrasposo, que variaba constantemente de frecuencia. Quienes lo habían escuchado compartían un sentimiento de inquietud, convencidos de que los seres eran muy diferentes a los humanos.

Siempre llevaban puestos sus trajes, argumentando que no estaban adaptados a la presión y composición del aire de la estación.

Durante dos días, los astrobaldianos narraron su historia y las maravillas que prometían para la humanidad, desde viajes a velocidades increíbles hasta la inmortalidad. Sin embargo, en ese tiempo, estuvieron clasificando a la tripulación, explorando cada rincón de la estación y evaluando los recursos humanos.



CAPÍTULO III

El plan de los astrobaldianos


Luego de ganar confianza con el capitán y su tripulación, los visitantes ingresaron al “Explorer” un equipo de increíble utilidad. Sin embargo, no era más que un contenedor del cual liberaron un gas adormecedor en el interior de la estación.

Una vez completado el plan y asegurada la vulnerabilidad de los humanos, los invasores extrajeron de sus equipos unos recipientes. Al abrirlos, los seres vivos que se encontraban en su interior salpicaron gotas de líquido por todas partes al moverse de forma agitada.

Los invasores tomaron las criaturas suavemente con unas pinzas y las introdujeron en las bocas de los astronautas. Eran larvas de color negro y piel rugosa, que no hacían más que moverse de manera ondulatoria.

Sin embargo, uno de los astrobaldianos excluyó a Rosemary, llevándola a un lugar más reservado y separándola del resto de sus compañeros.

Al despertar de su sueño, Rosemary descubrió que estaba encerrada en el vestuario, donde reposaban los trajes espaciales. Intentó pedir ayuda por el intercomunicador, pero no obtuvo respuesta. Supuso que algo tenían que ver los astrobaldianos, pues recordó que perdió el conocimiento cuando ellos encendieron el equipo.

En ese momento, se le ocurrió un plan arriesgado: colocarse su traje e intentar llegar a las cápsulas de escape de emergencia. Solo debía liberarse de su prisión y recorrer un pasillo de tan solo diez metros hasta alcanzar la compuerta de ingreso a la cápsula.

Los trajes espaciales colgaban en fila; las luces emitían un suave zumbido, mientras Rosemary, con manos temblorosas, seleccionaba el suyo.

El visor del casco estaba frío al tacto y, al cerrarlo, resonó un clic tranquilizador que anunció su preparación para la travesía.

Apenas terminó de colocarse su traje, Rosemary fue sorprendida por uno de los visitantes, quien entró en la habitación y cerró la puerta tras de sí. El sonido del cerrojo, al encajar, resonó en la habitación como quien gatilla un arma. 




CAPÍTULO IV

Las cosas se ponen peor


Ella, con voz entrecortada, le pidió salir. Sin embargo, el visitante, en lugar de responder, comenzó a despojarse de su vestimenta, revelando su verdadero cuerpo.

Su cabeza carecía por completo de pelo, al igual que el resto de su cuerpo. Sus brazos y piernas resultaron ser tentáculos que, al moverse ocultos como extremidades humanas, habían engañado a los ojos de la tripulación. Desde su espalda emergieron otros cuatro tentáculos que permanecían ocultos hasta ese momento.

Lo único remotamente humano en su cuerpo eran los pocos centímetros cuadrados visibles a través del pequeño cristal de su escafandra cuando la llevaba puesta: una nariz ancha y unos ojos de mirada penetrante.

Desnudo por completo, el visitante se lanzó sobre Rosemary, volcándola al suelo con un estruendo sordo.

Mientras tanto, en la cabina de mando, de los cuerpos de los astronautas emergieron las larvas ya desarrolladas. Transformándose de gusanos en criaturas de seis tentáculos, los sonidos guturales y viscosos de la metamorfosis llenaron el espacio.

Los astrobaldianos confirmaron que podían colocar sus crías en los cuerpos humanos para que estas crecieran.

Los invasores se despojaron de sus trajes, cansados de fingir ser bípedos como los humanos. El líder de los astrobaldianos preguntó: “¿Dónde está Gluck?”.

“El muy asqueroso quiere experimentar él mismo con una hembra humana”, respondió otro invasor, provocando gestos de náuseas entre los invasores.

Mientras tanto, Rosemary intentó separarse de su opresor, pero este se resistió, sujetándola con aún más fuerza. Sus tentáculos exploraban cómo quitarle el traje espacial.

Ella lo percibió de inmediato y supo que sólo tenía segundos antes de que lo consiguiera.



CAPÍTULO V

Corre por tu vida


Para empeorar las cosas, el brazo derecho de Rosemary estaba limitado en movimientos, ya que tenía sujetada la lanzadera con la que había estado experimentando.

En ese instante, se dio cuenta de que solo tenía una oportunidad, un único disparo que podría significar su libertad.

Con gran esfuerzo, colocó su brazo apuntando hacia lo que creía ser el abdomen de la criatura y disparó. Una varilla punzante atravesó el cuerpo y se clavó en el techo. El fuerte impacto retumbó en todo el cuarto.

El opresor emitió un grito y escupió fluidos sobre el cristal de la escafandra de Rosemary, separándose de ella de inmediato, aunque quedó sujeto por el cordón que atravesaba su cuerpo. Este cordón estaba conectado a la varilla clavada en el techo y a la lanzadera sujeta al brazo del traje de Rosemary.

Con movimientos frenéticos, logró liberarse de la lanzadera y escapó del cuarto.

Alertados por los agudos chillidos de Gluck, el resto de los invasores corrieron por la estación espacial para auxiliar a su compañero. El golpeteo trepidante de sus tentáculos, usados como piernas para propulsarse, generaron en Rosemary un frenético movimiento de piernas y brazos para alcanzar la compuerta.

Logro introducirse en la cápsula de emergencia. La compuerta se cerraba con una lentitud que parecía conspirar con los astrobaldianos. El pelotón de criaturas giró por la esquina del pasillo y se dirigió hacia ella a toda velocidad.

Desesperada, Rosemary intentó acelerar manualmente el proceso de cierre. Solo faltaban cinco centímetros para la clausura completa cuando los invasores se amontonaron, golpeando la compuerta e introduciendo los extremos de sus tentáculos para evitar su escape. Pero era demasiado tarde: la compuerta se cerró, aprisionando sus extremidades y haciéndolas estallar como globos, salpicando un líquido espeso y amarillento por todo el reducido habitáculo.

Los intensos chillidos de dolor de las criaturas ensordecieron a Rosemary, aturdiendo su concentración mientras intentaba lanzar la cápsula. Ella solo quería abandonar la estación y evitar que los astrobaldianos ingresaran con sus oscuros fines, así que presionó con un golpe de puño el botón de eyección, sin establecer coordenadas de destino.

La cápsula se zambulló en la oscuridad del espacio, con el gigantesco Saturno como testigo de su odisea.

Sin perder tiempo, intentó dar la alerta a la estación más cercana, pero una intensa interferencia dificultaba la comunicación.

Alejándose del “Explorer” a una velocidad cercana a los treinta kilómetros por segundo, pudo apreciar la colosal nave estelar de los invasores en toda su extensión. Pero también observó que había cientos de ellas surcando el espacio.

En ese momento, comprendió, alarmada, que estaba presenciando una invasión a la Tierra.




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