Reseña:
Ficha técnica:
2050 palabras5 capítulos
Corre por tu vida
El sol de la tarde de verano golpea de lleno los campos sembrados, y las aves se refrescan en los charcos de agua formados por la lluvia de la noche anterior.
Este hermoso paisaje es atravesado por el joven Theo, quien corre desbocado. Ya casi no siente sus piernas, y su corazón está a punto de explotar. En sus brazos lleva al viejo Chispa, un white terrier, herencia de su difunta madre.
En su carrera, pasa al lado de un contenedor de semillas arrumbado en medio de la nada. Disminuye la velocidad, pensando que podría ser un buen escondite, pero unos doscientos metros más adelante divisa un viejo granero. —Eso está mejor —le dice a Chispa.
Llega con las últimas fuerzas, la boca sedienta y su cuerpo bañado en sudor. El granero no tiene puerta, así que se zambulle en su interior y se resguarda en un rincón oscuro, donde los rayos del sol no llegan.
Chispa resopla e intenta escuchar y ver el exterior estirando su cuello, pero Theo se lo impide y trata de calmarlo. —Shhh, tranquilo amigo —le susurra cerca de sus orejas mientras acaricia su lomo. Chispa gimotea un sonido agudo y suave, señal de que está angustiado por su amo y por lo que pueda venir.
Después de unos segundos, Theo comienza a temblar porque su tensión se alivia poco a poco. Toma conciencia de que la mismísima muerte lo abofeteó hace unos minutos, y que solo pudo correr.
Buenos amigos
Una hora antes, Theo y Chuck, su amigo y socio de toda la vida, estaban reparando los alambrados del perímetro sur del campo que habían comprado hace un mes. Theo es ingeniero agrónomo y será el encargado de administrar la futura siembra, mientras que Chuck es el espíritu inquieto, el inversor de riesgo. Si no fuera por su empuje y olfato para los negocios, Theo seguiría despachando hamburguesas en el negocio de su tío.
Cerca de las 6 pm, ambos escucharon un trueno y Chispa lanzó su típico ladrido agudo. Antes de que pudieran verlo recorriendo el cielo, un objeto en llamas se precipitó a tierra a un kilómetro de ellos. La tierra produjo una sacudida bajo sus pies.
—¡Un meteorito! —dijo Chuck entusiasmado—. Dejemos todo acá y vamos a verlo.
—Mejor no, dicen que tienen reactividad o tal vez alguna sustancia tóxica. Avisemos a la policía y que ellos se encarguen —respondió Theo, intentando persuadir a su amigo. Chuck le lanzó una mirada y una sonrisa emocionada y, en menos de un minuto, ambos y el perro estaban sobre la pick-up rumbo hacia el impacto.
Primer contacto
Chuck detuvo el vehículo unos metros antes, al borde del cráter que abrió el objeto. En su interior podía caber una gran casa con piscina. Se aproximaron a pie sin bajar al cráter y observaron que el objeto era una esfera de aspecto metálico del tamaño de un automóvil compacto. Aún emanaba humo de su superficie, producto del abrasador calor que produjo al ingresar a la atmósfera. Podían oler un penetrante aroma a pasto y tierra quemada.
—¡Bajemos! —dijo Chuck. Theo lo tomó del hombro e intentó detenerlo, pero este ni se percató. No muy convencido y con movimientos lentos, bajó para seguir a Chuck. Chispa se había adelantado mucho más, moviendo su cola entusiasmado por la aventura.
Cerca de la esfera, ambos consideraron que debía ser un satélite, pues lo que sabían de meteoritos es que tienen forma de piedra, pero esto no lo era en absoluto. Quedaron desconcertados al observar símbolos grabados en la superficie que jamás habían visto, similares a los de una antigua civilización.
—La semana pasada, en las noticias, un astrónomo aficionado declaró haber observado objetos desconocidos orbitando la Luna —dijo Theo y agregó—: Pero luego el observatorio nacional desmintió sus dichos, diciendo que solo quería publicidad.
—Otra conspiración más. Puedes estar seguro, Theo —dijo Chuck con sarcasmo.
Al instante, un sonido similar al de una máquina desbloqueándose se escuchó desde el interior del objeto. Chispa comenzó a ladrar sin parar. La esfera se partió a la mitad y se abrió lo suficiente para revelar que su interior era, en realidad, algún tipo de módulo o nave espacial.
Theo y Chuck quedaron paralizados, pensando que tal vez no era tan mala idea mantenerse lejos, pero pasaron los segundos y nada sucedía. Chispa estaba como loco, ladrando y retrocediendo unos pasos detrás de ellos.
Theo se quedó en su lugar, pero Chuck se aproximó para ver qué había dentro cuando emergió de su interior un ser.
Su cuerpo tenía aspecto humanoide, de tamaño mediano. Se apreciaba una musculatura excesivamente desarrollada y su rostro era como el de un pez, rígido, sin expresiones y con ojos pequeños y negros.
En principio, Chuck creyó que era algún tipo de traje espacial de color oscuro, pero pudo divisar su vulva; en realidad, estaba desnuda.
Chuck levantó su mano a modo de saludo. —Hola, ¿te encuentras bien? —preguntó.
Ella solo miraba a su alrededor sin prestarle atención, luego cerró sus ojos y elevó su rostro. Parecía estar intentando oler los aromas que la brisa cálida del atardecer le aproximaba. Los pequeños orificios que oficiaban de nariz se agrandaron a más del doble de su tamaño y generaron una resonancia interna en sus vías respiratorias que semejaba a un torbellino discordante.
Theo estaba más alejado y Chispa ya no ladraba, pero chasqueaba los dientes, listo para defenderse.
Segundos después, la criatura abrió sus ojos y los clavó en el pequeño Chispa. Entreabrió su boca y se podía ver cómo se asomaba una hilera de dientes blancos y filosos. El perro, como si le hubieran tirado agua hirviendo, pegó un salto y retrocedió aún más.
Theo vio cómo Chuck retrocedía sin llamar la atención de la criatura y dijo: —Me parece que esto no es un astronauta. —No terminó de pronunciar la última letra cuando ella giró su cabeza hacia Chuck, pero esta vez abrió su boca mucho más y emitió un fuerte gruñido agudo.
Chuck abandonó su posición relajada y se lanzó a correr, pero la criatura fue más rápida. Se arrojó sobre su espalda y cayeron al suelo. Luego inició una feroz mordida y desgarramiento en su nuca, acompañados por los alaridos de dolor de la indefensa víctima.
Theo quedó tieso, sus sentidos se apagaron, no oía ni sentía nada. Parecía ver toda la escena desde dentro de un túnel oscuro. Tenía microsegundos para defender lo que quedaba de Chuck o huir por su vida. Pelear no se le daba bien, ni tenía con qué, así que su instinto decidió huir.
Trepó la pared del cráter con dificultad y corrió hacia la pick-up, pero las llaves las tenía Chuck. Se lanzó a correr hacia la ruta, que se encontraba al menos a 5 kilómetros. No estaba seguro si llegaría, jamás fue un gran deportista. En ese momento se dio cuenta de que olvidó a Chispa. Se detuvo, giró su cabeza hacia atrás y el viejo perro estaba corriendo detrás de él sin poder alcanzarlo. —¡Ven! ¡Rápido! —Le extendió sus brazos y este saltó a ellos.
¡Puedo luchar!
Dentro del granero, Theo recupera fuerzas y sus latidos vuelven a la normalidad. La oscuridad, poco a poco, va cubriendo las paredes. Solo faltan dos horas para que el sol llegue a su ocaso.
Parte del techo del granero se ha venido abajo, permitiendo ver el cielo. Sin embargo, lejos de ser una vista agradable, un nudo en el pecho no lo deja respirar al observar cómo bolas de fuego se precipitan a tierra a lo lejos. Segundos después, cree percibir leves vibraciones en el piso; los objetos ya tocaron tierra.
No puede evitar pensar que si muere, nadie lo notara. Ni siquiera tiene buena relación con la familia de su tío. Ahora solo le queda Chispa, es su única familia.
—Si voy a morir, será luchando. —se dice para sí y manteniendo a Chispa entre sus brazos para evitar que ladre o haga ruido, busca algún objeto pesado o puntiagudo para defenderse. Un leve olor picante le llama la atención. Debajo de unas lonas llenas de polvo, descubre decenas de envases viejos de fertilizantes prohibidos debido al alto contenido de amoníaco y fosfatos, tan peligrosos que debían manipularse con protección de la piel y mascarillas para los ojos y fosas nasales. En un armario desvencijado encuentra tales trajes.
Finalmente, da con una barra de metal, lo suficientemente ligera para poder manipularla, pero pesada para golpear. Theo esboza una sonrisa por su suerte, cuando Chispa da un corto resoplido. Alguien se acerca al granero; puede escuchar las pisadas lentas y su respiración, un torbellino discordante. Ella lo está buscando y no tardará en encontrarlo.
El corazón de Theo está por salir de su boca, pero quien sale despedido es Chispa. Se suelta de sus brazos y corre a la puerta, comenzando a ladrar con fuerza, como si su última voluntad fuera proteger a Theo para que la criatura no entrara.
El muchacho no encontraba fuerzas para enfrentar al depredador, ni siquiera para mirarla de frente. Se quedó detenido a un costado de la puerta hasta que la criatura toma al pequeño perro y lo arroja a un costado. El perro era una insignificante presa comparado con su amo. Un gemido profundo de dolor y luego el golpe de su cuerpo contra restos de madera y metal esparcidos al costado del granero calaron en el alma de Theo. Fue suficiente para empujarlo a salir como una tromba hacia la amenaza.
Corriendo acompañado de un grito de guerra “¡Aaaahhhh!” y llevando la barra de metal sobre su cabeza, Theo se lanza a golpear al ser. Baja la barra con fuerza contra ella, pero la criatura con reflejos rápidos, de un zarpazo le quita la barra de sus manos. Theo es tomado por sorpresa; no suponía que las cosas fueran así. De un salto, se zambulle al granero, mientras que la criatura hace lo mismo, pero choca contra el marco de la puerta. Eso dio unas décimas de segundo de ventaja a Theo para comenzar a arrojar cualquier cosa que encontrara a su paso. Hasta que toma un envase de fertilizante y se lo lanza. La cobertura vieja se parte con el golpe sobre el cuerpo de la bestia. Al principio no sucede nada, y Theo corre hasta el fondo del granero. Queda acorralado, levanta sus puños y está listo para lo que venga, pero al instante el ser caído del cielo comienza a sacudirse en el piso y a chillar un sonido fuerte y agudo.
Theo percibe que pueden ser los químicos los que le están provocando daño y, sin pensarlo más, salta por encima de la criatura, toma otro envase y se lo arroja, derramando su contenido. La bestia se retuerce hasta que lentamente parece estar muriendo de asfixia. Minutos después queda inmóvil, sin señales de respiración. Perturbado, nota que el vientre está más inflado que cuando la vio salir de la esfera. —¿Acaso alguien está enviando estos seres preñados para que se reproduzcan y los humanos somos su alimento?. —se pregunta sin poder responder.
El joven ingeniero, transformado en sobreviviente, recupera la conciencia y como un rayo llega a su cabeza la pregunta: “¡Chispa! ¿dónde estás?”.
Sobrevivientes
Theo salió deprisa del granero. En el exterior, el sol, llegando al horizonte, tiñe de dorado todo el paisaje con sus rayos de luz.
—¡Chispa! ¡Chispa! —repite, llamando a su valiente amigo. Entonces escucha el gemido del perro, proveniente de un tanque de metal arrumbado al costado del granero.
Theo se asoma al interior del tanque y encuentra a Chispa malherido, esforzándose para mantenerse a flote en el agua maloliente del fondo. Estira los brazos y toma al indefenso animal. —Ven aquí, amigo. Uhhh, qué mal hueles. —Lo revisa y nota que tiene dificultad para caminar.
Recuerda los trajes que estaban dentro del granero y con ellos improvisa una bolsa para llevar al pobre Chispa. También carga un pequeño envase de fertilizante por si aparece otro depredador en el camino.
Calcula que cuando caiga la noche ya estará caminando por la ruta y algún automovilista podrá darle un aventón hasta el pueblo para curar a Chispa y dar aviso de lo sucedido.
Sabe que esta noche no dormirá; solo espera que al día siguiente el mundo continúe siendo como lo conocía.