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Corazón salvaje - ¿Qué harías por tu banda de rock? (Vampiros Fantasia)

Reseña:

Él no es como todos los niños. Tal vez no sea una buena idea ir al concierto de su banda favorita de rock, 


Ficha técnica:

10.000 palabras 4 capítulos


The Burning

Yamil estaba con los ojos cerrados en su cama, abrazando la almohada. Su respiración era suave. La puerta de su habitación se abrió sin hacer ruido y se asomaron sus padres. Observaron a su hijo que dormír. Ambos sonrieron y cruzaron una tierna mirada.


Cerraron la puerta y se prepararon para salir a la calle. Ambos vestían una chaqueta negra larga hasta las rodillas, aunque la de ella era más elegante, ceñida a la cintura y un cuello más abierto.


La habitación estaba ordenada con muebles improvisados con cajones de madera, pero todo lo demás parecía estar en ruinas: faltaba revoque en las paredes y tenían manchas de humedad. La débil iluminación provenía de dos antiguos candelabros con velas. Subieron unas escaleras de madera bastante desvencijadas y abrieron una pesada puerta para salir al exterior. El paisaje no era mucho mejor que el sótano de donde salieron. La casa abandonada era un pozo de oscuridad. El más mínimo ruido haría imaginar a cualquier incauto que en su interior se escondían criaturas capaces de devorarlo. La calle donde se encontraba era poco transitada, al sur de la ciudad de Wilder. Sin embargo, era ideal para mantenerse ocultos y no llamar la atención, ya que hacía menos de un mes que se alojaban allí. 


—¿Estás lista para la reunión? —preguntó él, su voz apenas un susurro. Ella asintió, sus ojos brillando con una extraña intensidad. Se besaron, fue breve pero cargada de significado, y desaparecieron en la noche.


Yamil esperó unos minutos hasta que escuchó cerrarse la puerta del sótano y abrió sus ojos. De un sacudón, despega la manta con la que estaba tapado. Queda al descubierto que se acostó vestido, con unos jeans desgastados y una camiseta negra. Su banda de rock favorita, “The Burning”, estaba impresa en el pecho.


Tomó el folleto que se encontraba debajo de su almohada y lo abrió. En su cabeza podía oír la estridente música y una amplia sonrisa dejó ver unos pequeños colmillos incipientes. “The Burning” darían un concierto hoy en Wilder. Solo tiene que recorrer dos kilómetros hasta el centro y volver antes que lleguen sus padres, que regresarían un poco antes del amanecer. ¿A qué podría temer un niño vampiro a estas horas de la noche? ¡A nada! pensó y de un salto se puso de pie para empezar su aventura.


Los Cazadores

Luego de un rato de caminar y faltando un par de calles para llegar, cantaba y hacía sonar una guitarra imaginaria con los sonidos salvajes y distorsionados de la banda, cuando un Rambler Ambassador negro de los años 60, que venía en sentido contrario, redujo la velocidad al pasar cerca de él. El conductor y el acompañante le echaron unas miradas frías, inexpresivas.

Los padres de Yamil le habían advertido de "Los Cazadores”, pero creía que era un tonto invento para mantenerlo dentro de la guarida. Aceleró su paso aunque se negaba a creer que eran cazadores. Pensó en hacer el trayecto que faltaba saltando por los techos de las casas, pero llegaría agotado para trepar las paredes del teatro e ingresar sin boleto.


Daba dos pasos cortos y miraba con insistencia si el automóvil se acercaba por detrás. Había comenzado a transpirar y su flequillo se pegaba en su frente. No era buena señal, pues su mamá le dijo que Los Cazadores huelen a los de su especie.


Estaba llegando a la esquina cuando vió con sorpresa que el Rambler negro asomó su trompa. Yamil se detuvo en seco, su corazón latía tan fuerte que parecía que saldría de su pecho y echó un vistazo rápido hacia un posible escape. Encontró una pared de unos tres metros de altura que daba a un parque. Sin pensarlo dos veces, se lanzó a correr y la trepó sin dificultad. Se agazapó sobre ella y esperó que el automóvil hiciera su movimiento. Sus ocupantes ya lo vieron, bajaron y corren hacia él tan rápido como pueden hacerlo sus padres. ¿Acaso sus padres se olvidaron de decirle que Los Cazadores tienen superpoderes? 


Yamil se lanzó a trepar paredes y correr por los techos, todo lo necesario para alejarse de sus captores que le pisaban los talones. Al igual que él, podían realizar las mismas proezas y saltar largas distancias entre las propiedades.

Su corazón latía tan rápido que parecía explotar y le ardían los músculos de las piernas y brazos. Debía pensar algo y rápido, porque no podría mantener por mucho más tiempo la ventaja. Logró llegar hasta la cima de un edificio donde el viento agitaba con violencia su camiseta y vio a la muchedumbre ingresando al teatro para el concierto. ¡Estoy tan cerca!, se apenó de que no lo lograría, cerró los ojos y agachó la cabeza dándose por vencido. Escuchó como los cazadores trepaban las paredes deslizando sus pies y manos, solo le quedaban segundos de libertad, su agitación había comenzado a ceder cuando descubrió la solución. Debía mezclarse con los fanáticos de la banda, allí no podría darle caza y luego esperaría la oportunidad para huir.  


!Vamos!, dijo dándose ánimo y balanceando su puño hacia arriba. Tomó carrera y saltó con todas sus fuerzas al edificio que se encontraba al otro lado de la calle. Cuando parecía que no lo iba a lograr, llegó a tomar la baranda de un balcón y detiene su caída. Ahora tenía que descender saltando de balcón en balcón hasta llegar a la calle. Tardó pocos segundos en que sus pies tocaran el asfalto, sin embargo, de reojo observó para su desgracia que los cazadores volvían a estar detrás de él.


El Concierto

Su cuerpo estaba bañado en sudor, corrió hasta quedar sin aire en sus pulmones y se zambulló entre el gentío de un salto y cayó al piso. La gente de alrededor se apartó un poco sorprendida de la aparición del niño. Algunos lo ayudaron a pararse y Yamil aprovechó para abrazarlos y tocarlos. Al ser de baja estatura, avanzaba entre la gente sin problema y aprovechaba para saludar a todo el mundo. Su objetivo era impregnar a ellos con su aroma para que los cazadores perdieran el rastro y así sucedió. Pudo verlos caminando desorientados a los costados del público.


Su plan no era llamar la atención, pero estaba llegando a la entrada, no tenía boletos y le urgía ingresar para perder a los hombres que lo perseguían. Salto por encima del guardia y corrió a perderse entre la gente que había ingresado.

Esto llamó la atención de todos con una fuerte ovación ¡Wauuuu! y alertó a los cazadores, quienes ingresaron mostrando credenciales como miembros de un cuerpo de seguridad. 


Dentro del recinto, los corazones latian al ritmo de la cuenta atrás, y al apagarse las luces, un rugido ensordecedor surgió de la multitud. Yamil saltaba con sus puños en alto. ¡Estoy aquí! gritó tan fuerte que hizo vibrar todo su cuerpo. Sus ojos quedaron cegados cuando se iluminó el escenario y las guitarras comenzaron a sonar. Sin embargo, la alegría duró poco, los cazadores se apostaron a sus costados, eran tan altos como su padre y vestían unos elegantes trajes oscuros. Uno de ellos era más viejo y el otro mucho más joven. Ambos le mostraron unos instrumentos que tenían en sus manos con púas. Le hicieron señas de que se mantuviera callado y los acompañara o se verían obligados a usarlos. El niño accedió, alzó su rostro, y con sus ojos muy abiertos y cejas caídas les dijo: —No hice nada. Solo quería escucharlos a ellos.


Los hombres lo tomaron de los brazos y no le respondieron. Caminaban por el pasillo de salida mientras la música suena a un ritmo infernal, cuando sus padres aparecieron al final. Los cazadores encendieron sus equipos de mano y generaron un zumbido muy penetrante. Yamil abrió los ojos cada vez más y su respiración se agitó. ¡Por culpa mía, van a atrapar a papá y mamá! Se recriminó y sus ojos se llenaron de lágrimas.


¡Escuchemos Rock!

Uno de los cazadores le dice al otro: —¿Es Grim De Villiers y su esposa Freya?.

—Si, son ellos. ¿Qué hacen aquí? —responde su compañero. Siguieron caminando y se detuvieron frente a ellos. 


—Es nuestro hijo. Por favor, libérenlo. —dijo Grim, el papá de Yamil. Su tono no era amenazante ni ofuscado. Parecía conocerlos.

—No lo lastimen —suplicó Freya, su madre.

Los cazadores se miraron entre sí y con una mueca en sus bocas, soltaron al niño, quien corrió a los brazos de su madre. El más viejo sacó su radio de la cintura e informó con un tono irónico al resto de los cazadores en la zona: —Falsa alarma. Es el hijo de los De Villiers. Espero que le den un escarmiento.

Guardaron sus equipos y se retiraron sin decir nada, con una mirada encendida de rabia por el tiempo perdido.


Grim dobló las rodillas hasta quedar a la misma altura de su hijo. —Nunca te dijimos por qué vinimos a Wilder —dijo con una sonrisa, tomando las manos sucias de Yamil, que las tenía llenas de tierra por haber trepado por todas partes para huir. —No queríamos seguir viviendo ocultos, así que acordamos con Los Cazadores respetar sus reglas y ellos no nos molestarían.

Freya, con las manos sobre los hombros de Yamil, se inclinó y lo besó en la frente. —Nos asustamos mucho cuando no te encontramos, pero veo que eres más rápido y astuto que nosotros. Lograste llegar hasta aquí y nos diste tiempo para salvarte. —dijo, abrazandolo fuerte. Grim se unió al abrazo familiar.


—Los quiero. —dijo Yamil, abrazándolos con fuerza. Cerró los ojos, pero las lágrimas no pudieron evitar deslizarse por sus mejillas.


—¿Y ahora qué hacemos? —preguntó con voz temblorosa, sin saber si tendría algún castigo por haber desobedecido y salido de la guarida.


—Ya que estamos aquí, podríamos terminar de escuchar el concierto. —dijeron sus padres casi al unísono, cruzaron miradas y levantaron sus cejas en complicidad.


— ¡Siiii! —gritó Yamil, cerrando los puños y los ojos. Empezó a saltar tan alto que sus padres tuvieron que mantenerse firmes para no caer.


Caminaron hacia donde estaba el público, que se encontraba en plena histeria colectiva. Todos se movían al ritmo frenético de la música y se escuchaban las primeras estrofas de la canción.


Yamil comenzó a mover las piernas como si estuviera corriendo sin moverse del lugar. Tomó las manos a sus padres y tiró de ellos. —¡Vamos rápido! Están tocando la mejor canción. ¡Corazón salvaje!


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